domingo, 8 de noviembre de 2015

#CRÓNICA 15 #GRABADOSRUPESTRES #ALTA

Visitar los Grabados Rupestres en Alta que son Patrimonio de la UNESCO, era otro de los momentos más deseados de mi viaje.


Después de un merecido descanso relatado en la crónica anterior, seguí mi viaje. Nuevamente el maravilloso paisaje me sorprendía a cada metro que recorría. El agua omnipresente en todo el recorrido, con su discurrir por los ríos, los colores... todo hacía que mis ojos apenas pudieran parpadear. No quería perder ni un instante de esas maravillosas postales que se mostraban ante mi, una tras otra. 

Y apareció ella... la lluvia... Incansable en estos territorios. Imparable a lo largo de los siguinetes kilómetros hasta llegar a Alta. Proporcionándome también, estampas únicas.



Sobre las una y media de la tarde, empezaba mi recorrido bajo el paraguas y bajo una intensa lluvia, por ese genial museo al aire libre. Los primeros metros caminando por el sendero de madera los recorrí lentamente. Me gustaba el intenso olor a lluvia, las rocas que encontraba, mirando y mirando y tratando de encontrar, no sabía muy bien qué.


Mi impaciencia terminó en cuanto me situé ante uno de los grabados. Rápidamente lo ví y no paré de mirarlo y remirarlo. Mi imaginó voló. La realidad de la intensa lluvia y la dificultad que me suponía llevar en una mano el mango del paraguas y en la otra mi cámara compacta,  intentando protegerla al máximo de la lluvia, me devolvió al grababo. Me lamentaba, a ratos, de esa incomodidad y de lo que me hubiera gustado ver esos grabados con los matices luces-sombras de un día despejado con sol. Mientras tanto, mi réflex descansaba muy bien protegida en el fondo de la bolsa. 



Seguí caminando y pude ver una impresionante roca llena de grabados. En esta ocasión se veían mejor por esa sustancia de color naranja con la que los habían rellenado. Yo hubiera preferido verlos en su estado natural. Pero aún así, me fascinaba cómo habían aprovechado tan maravillosamente las rocas para realizar tanta diversidad de grabados.





Y la figura humana, captó mi atención, estaba presente en esas piedras realizando tareas de su vida cotidiana. Un placer para mí estar allí delante de esa exposición rupestre.



Continué mi recorrido tratando de sentir la magia del lugar, esa especie de energía positiva que me hacía sonreír y caminar como flotando. El sonido de las gotas de agua en mi paraguas, se había adueñado de casi todos los sonidos del entorno. Pero acabé por integrarlas, por asumirlas...Y volví nuevamente al placer de descubrir otros grabados, otras figuras...


El tiempo corrió rápidamente y tocaba volver. El rumor del mar se imponía al de la lluvia. Estaba a poco metros y hasta ese momento, no había reparado en su presencia. El intenso verde resaltaba entre las gotas de lluvia y las decenas de colores de las flores, poblaban el sendero de vuelta. 





La lluvia no paró en todo el tiempo, pero mis zapatos de lluvia aguantaron estoicamente esa prueba. Mis pies permanecían secos y mis ojos no. Unas pequeñas lágrimas de felicidad y emoción se escaparon de ellos al mirar hacia atrás y ver otro de mis sueños hecho realidad.




...CONTINUARÁ...

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