viernes, 20 de enero de 2017

#CRÓNICA 7. EL PÓRTICO DE LOS MARISCALES Y EL TEATRO NACIONAL DE LA ÓPERA. #MÚNICH.

CRÓNICA 7. EL PÓRTICO DE LOS MARISCALES.


Había dejado de llover y seguí callejeando. Aún había bastante luz, así que continué descubriendo el lento caminar de algunos/as muniqueses y la onmipresentes bicicletas. Las fachadas de los edificios y su interior, me sorprendían. Lo observaba todo con ojos curiosos, tratando de situarme en la época de su construcción. Todos los detalles lograban despertar mi interés. Me encantó descubrir en ese lugar que siempre busco y acabo encontrando, el monje que es uno de los símbolos de esa ciudad.








Llegué a la Odeonsplatz y me situé frente a él. Su simetría me llamó la atención. Los dibujos y la líneas que había en el suelo de la plaza, también. La línea dorada recuerda la resistencia al nazismo de aquellas personas que recorrían este lugar, para evitar hacer el saludo hitleriano que era obligatorio frente a una placa conmemorativa en honor a los "héroes" del fallido golpe de estado de Hitler en 1923. Recorrí el Pórtico de los Mariscales, con curiosidad. Este edificio fue encargado por el rey Luis I al arquitecto Friedrich Von Gärtner. Sus figuras de militares en color verdoso, ponían una nota de color.






A la izquierda de la plaza está situada  la Residencia. Estos leones y la leyenda de que hay que tocar las cabezas para tener buena suerte, ocuparon otro ratito de esa tarde. Pude ver como los muniqueses pasaban siempre tocándo las tres cabezas de los tres leones. Al parecer, para tener la buena suerte hay que tocar las dos cabezas de una de las puertas que darán salud y dinero y la otra de la otra puerta. Eso explica que estén tan brillantes y relucientes.





La luz de la tarde reflejada en el pavimento mojado, las sombras de las personas y las bicicletas al recorrerlo, me gustaba. Llegué al Teatro nacional de la Ópera Estatal de Baviera. Un edificio con columnas que me recordaba a los templos griegos. En sus dos frontones pude ver a Apolo y Pegaso.



Luego, caminé descubriendo las tiendas, los escaparates con su ropa típica, las calles con los raíles y ese hermoso reloj, situado en una de las esquinas, que marcaba el tiempo en esa tarde nublada.

 






...CONTINUARÁ...

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