jueves, 24 de marzo de 2016

LA ESTRELLA POR EL PUENTE DE TRIANA. SEMANA SANTA SEVILLA 2016.

La Estrella por el Puente de Triana.

Este domingo de Ramos de la Semana Santa de 2016, ha sido la primera vez que he visto a la Hermandad de La Estrella. Toda una bella experiencia, su paso por la Capillita del Carmen y su discurrir por el Puente de Triana.

La luz de este lugar, en las tardes primaverales de la Semana Santa, me gusta mucho. Tal vez por ello, es uno de los lugares a los que me gusta ir a disfrutar del Arte de las distintas Hermandades.

El domingo estaba inestable. Pero la tarde parecía más estable. Así que me aventuré. Cogí el metro, que llegaba casi pleno de pasajeros, y en unos minutos ya estaba en la Plaza de Cuba. Me bajé y caminé a lo largo de la Calle Betis. Y casi sin darme cuenta, ya estaba en el puente, justo en el instante que llegaba a mi altura, la Cruz de Guía. 

Tuve mucha suerte, porque en el lugar que había elegido, dos amables señoras de mediana edad, se marchaban en ese instante. El hijo de una de ellas, según me contaron, iba a la cabeza de la Hermandad. 

Hace años, que renuncié a llevarme mi querida réflex, porque muchas de las imágenes que me gustaba captar, ya son imposibles. Esas ya las disfruté, están en mis carretes de Blanco y negro y en el recuerdo. Así que ahora me acompaña  mi querida y pequeña compacta, con la que grabo vídeos y de vez en cuando, capto algunas fotos de momentos que me emocionan.

Hay una bella estampa, que siempre se vuelve compulsiva en mis retinas. Observo las miradas de los nazarenos/as. Me gusta descubrir en ellas su brillo, sus emociones, sus sentimientos... siempre hay una que acaba por emocionarme. Esta año, también he tenido suerte.


Los niños de todas las edades, también logran prender mi mirada. Los observo, me miran y sonríen, algunos me dan caramelos y otros, alguna estampita. Yo les sonrío, y les doy las gracias. Miro sus caras y puedo intuir qué sienten, de la misma manera que veo las sonrisas, las miradas, las palabras de los familiares que los acompañan. Tal vez por todo esto, nunca me parece que el paso de los nazarenos se haga largo a la espera de los pasos.





A veces, no sabría decir cuánto tiempo pasa mientras miro con atención alguna escena, tratando de adivinarla. En esta ocasión, me fascinaba el rayo de sol que la iluminaba, los capirotes derecho y el del nazareno del centro, inclinado en actitud de escucha. Luego, se giró, se colocó junto al nazareno y su bello rostro quedó iluminado. 



Mi mirada se humedece cuando veo la normalización de aquellas personas que tienen alguna discapacidad y que con mucha alegría, participan activamente en la procesión.


Me gusta mirar desde la altura que lo hacen los niños y descubrir sus puntos de vistas, las perspectivas...



Cuando a lo lejos se ven los ciriales y los sonidos musicales llegan con más intensidad, es el momento de disfrutar del paso de Cristo. Bellos momentos delante de la Capillita del Carmen. Intensos, como siempre, recorrer algunos metros del puente cerca del paso, gracias a la amabilidad del policía que me lo permite. 

El paso se para. Puedo acercarme y mirar con atención todos los detalles. Bella estampa del Cristo recortado bajo el cielo azul. El capataz hace la llamada. El Cristo de eleva y comienza su caminar. Es el momento de pararme. De verlo alejase entre un mar de cabezas, mientras la música sigue sonando y las cruces pasan fugaz delante de mi cámara.



Nuevamente el tiempo corre. Y esta vez más rápido aún, con la charla de un señor que hace fotos junto a mi. Nuestra conversación se ve interrumpida más de una vez. A él, lo conocen. Es profe y fotógrafo. Coincidencias de una bella tarde. 

Los ciriales se acercan, la música también y el paso de la Virgen llega a la Capillita del Carmen. Un placer para los sentidos. La vista pegada al movimiento del paso, el olfato colmado de incienso, el oído pleno de saeta, música, palabras del capataz...

Tengo la suerte esta vez también, de caminar un rato por el puente muy cerca del paso. No es fácil caminar hacia atrás y grabar. Pero para mi, es emocionante. Tan emocionante, que esta vez no fui consciente, de que a un señor de la cofradía le día algún que otro pisotón. Mil disculpas. 



La Virgen se alejó. El atarceder desplegó sus rojizos colores. La Capillita del Carmen dejó de ser protagonista. Y en el río Gualquivir, los rojizos tonos ponían fin a las tres horas de La Estrella por el Puente de Triana.



Sólo me queda felicitar a toda la Hermandad y agradecer la amabilidad de aquellos que me permitieron captar estos maravillosos sentimientos.

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